Pero no todo en este mundo será rojo, siempre podemos encontrar matices. También yo fui partícipe de la dolorosa epifanía que ante nuestros ojos y en las tierras de Lucentum tuvo lugar y mi participación como hagiógrafo dejó sobrada constancia de los hechos que a generaciones futuras llenarán de pesar.
No obstante, hay que estar atentos a los signos de los tiempos y por tanto a las nuevas enseñanzas que sólo la beatífica cercanía nos pueda aportar através de una revelación sin parangón. Debemos agradecer a las megadiosas la absoluta bondad con que se manifiestan al mundo para que podamos recrearnos en su contemplación y podamos ser partícipes de una minúscula parte del grandioso y gradísimo conococimiento que albergan sus personas divinas. Así, nos sentimos dichosos al poder comprobar que la revelación sigue viva y permanece entre nosotros y nos aporta cosas tan sublimes como las múltiples formas de nombrar a las megadiosas y acompañantes espinosas. La observación detenida y detallada de todos y cada uno de los hechos que ocurren, ha dado como resultado la equiparación de nuestro limitado pero ocupado panteón, con los de las culturas helénicas. Una divinidad de tanta categoría no podía ser menos de lo que fue en su día Júpiter, y con éste se equipara nuestro reducido panteón en cuanto a atributos, denominaciones y cultos. Poco a poco irán desvelándose los nombres por los que nuestras insignes monedas son designadas, entresacados, todos ellos, de los datos que nos aporta la observación de su realidad física. La última gran revelación a la que hemos tenido acceso, y que, de no ser por nuestra siempre atenta mente, nos habría pasado desapercibida nos sobrevino mientras nuestros cuerpos se nutrían con los dulces manjares que nos aporta la tierra. Concluimos tras ese momento de revelación, que también habremos de tener cuidado con las secuoyas, ya que estas son análogas a las monecas y atributo, como es sabido, de nuestras ínclitas megadiosas. El motivo de esta analogía no es más que la constatación de la pertenencia a la mansión divina (SE-EC) de tan afamados personajes y la exclusividad que manifiestan tanto en sus hechos, como en sus discursos, así mismo por el diámetro que ambas por sí mismas ocupan y lo inaccesibles (aunque no por altas) que son sus conocimientos y personas.
Debemos estar agradecidos a nuestras beatíficas protectoras y rogar para que seamos capaces de conocer mucho más de tan necesarios saberes. Lo mismo un día somos capaces de, al igual que Miguel Espinosa en su Escuela de Mandarines escribió un catálogo de los nombres del Gran Cara Pocha, escribir un elenco similar y así conocer mucho más y mejor las múltiples personalidades y manifestaciones que la divinidad tiene en nuestros ámbitos.